Días y días desperdiciados, días borracha, días en que un velo cae ante mí, una catarata lúgubre y sorda en la que me bato y grito (aunque estoy segura de estar muda). El chico con el que salgo me golpeó anoche tres veces en el estómago: el primer golpe "amortiguó" los otros dos, aunque quizás fue también la impresión, de cualquier forma caí de rodillas y el sonrió un poco, como el que sabe que tiene el control y se relame ante la dicha sádica del sometimiento. No tiene tanta importancia como creen esto que cuento, simplemente lo traigo a colación por ser el detonante de mi conciencia amodorrada por varios días. Me levante luego de que el dolor cesara un poco y sin decir una palabra salí de su casa. Yendo en el bus recordé que mi prima me había contado hace unos meses cómo en mi casa se peleaban y gritaban mis padres. Lo interesante de esta historia es que no puedo recordarlo, no recuerdo nada de mi infancia. Tengo la ligera impresión de que alguna cosa terrible se esconde detrás de esa amnesia, pero ya veremos. Al ducharme me percato de que tengo un moretón en la boca del estómago, nada muy exagerado, aunque de cualquier forma me repugnó todo esto. No entiendo por qué los hombres creen que con esas cosas pueden controlarnos o si quiera demostrar algo. Tontos y cobardes, eso es lo que son. Me había prometido no salir más con ningún chico. Siempre me prometo cosas que no cumpliré.
Hay una idea extraña que me ataca cada vez que pienso en escribir en este blog: ¿por dónde empiezo? Ocurren tantas cosas en un día, ¿cuál de ellas selecciono y cuál no?, ¿es acaso la selección que hice la mejor o pudiera haber otras más provechosas? Pero también hay que ver el otro lado de las cosas. Sí, es verdad que ocurren montones, ¿pero cuánto de eso puedo seleccionar y escribir válidamente para dejar plasmada mi experiencia? Aunque, ahora que lo veo, es la misma pregunta: ¿cuál es la cosa que no puede quedar callada en nuestras bocas? Pues, los golpes de R. son de ese tipo de cosas.
Me siento tremendamente cansada y no es que haya hecho nada. He faltado por días al trabajo. Desearía que me botaran, pero no lo harán, me necesitan, así falte, tendrían que pagarle mejor al próximo que acepte ese trabajo y podría ser peor que yo. Mis compañeros de trabajo son todos peores que yo. Ladrones e hipócritas, mezquinos y calculadores, todos se sonríen unos a otros mientras en su mente piensan "ah, imbécil, también tú caerás", aunque no quede nada de lo cual caer, aunque sus vidas sean tan desgraciadas como para pensar simplemente en joder la vida de sus compañeros para entretenerse. Yo por mi parte paso el día viendo hacia afuera imaginando las miles de fotos que podría tomar si tuviera una cámara, atendiendo de forma maquinal a los clientes y riendo con ellos cuando ellos creen que lo necesitan de mí. Los clientes son también autómatas, aunque de buenas a primeras pareciera que son sólo los que atienden los desalmados: preguntan sin saber muy bien a qué se refieren, buscan lo que está de moda por el simple hecho de estarlo, sus conversaciones muestran un estado de fatuidad que me produce un poco de envidia al saber que ni en mis peores estados de ebriedad puedo yo alcanzar tal estado de inconsciencia.
El mes pasado mi tía (persona que, considero, está en los últimos niveles de la tontería) me preguntó que cuándo pensaba casarme y tener un hijo. Tuve que morderme la lengua para no insultarla. Les explico: tiene una hija (la mayor) tonta, vividora y drogadicta y un niño pequeño y flacucho que repite como un loro. Por alguna razón este muchacho que ella tiene subyugado le parece su única esperanza. Mi tía es egoísta como todos los demás. Finalmente, luego de un silencio que se estaba tornando incómodo, le dije que luego, que me sentía demasiado joven para eso. Ella sonrió con la condescendencia de los psiquiatras y dejó escapar un suave y ahogado "está bien, mi niña" en el que la ironía se mezclaba con el desprecio. Nunca he entendido por qué me desprecian. Aunque (ahora es que lo reconozco) no soy una chica fea, todos parecen querer mantener una distancia "segura" hacia mí. Mi psicólogo dice que no debo prestarles atención, que son proyecciones de mi niñez y otras tantas cosas que suenan como buenas explicaciones pero no responden en realidad: ¿por qué nací yo tan diferente? Se burlan de mí por estar haciéndome la "diferente", como si yo hubiera podido escoger... mi psicólogo dice... y dice pero también me observa como se observan las amibas o los parásitos por un microscopio y asiente y me disgusta.
(Hay otra clase de tontos: los que creen que ser "diferentes" es una moda, los que hacen todo por ser "únicos", los ególatras usurpadores de terrenos conquistados con esfuerzos que ellos nunca comprenderán.)
Son las dos de la mañana y se supone que mañana deberé ir a trabajar. No sé si lo haré. Mi mente está un poco menos disipada pero sin embargo... Iré, debo ir, necesito el dinero. Si tan solo pudiera fumar dentro de la tienda todo sería más cómodo. ¿Qué estará haciendo R.? Seguro se está masturbando pensando en los golpes que me dio. ¿Deberé decirle para vernos mañana a la salida? Quisiera estar simplemente aquí tirada en mi cama, escribiendo esto, dejando salir todas estas cosas sin ni siquiera saber bien para qué. La psicólogo dice que me ayudará con la depresión. Odio que mi almohada huela a cigarrillos. ¿Será esa la razón por la que R. no le gusta quedarse en mi casa? No, es simplemente un hijo de puta. La psicólogo dijo que el diario era una extensión de la terapia, por eso es que no he comentado nada de lo anecdótico (qué comí, cómo me vestí, de qué color estaba el cielo) y he ido a los problemas reales; aunque antes pensaba que eran otros los problemas reales, quizás sea lo mismo con estos.
Dormiré, no puedo escribir para siempre, aunque me gustaría, esto es divertido, intentaré seguir a diario. Nos vemos. Un beso.
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