Carta a LD.

     Querida LD., espero disculpes la imprudencia de tu amigo y la mía propia. Te agradezco, antes que nada, que te tomaras la tarea de leer esas entradas abigarradas y terribles que, cada vez que puedo, escribo y publico. Entiendo tu preocupación, "¿por qué no escapar de esa vida horrorosa que la ahoga?"; si supieras cuántas veces me he encontrado preguntándome lo mismo, pero no, no es nada sencillo. Una amiga me contó una vez la historia de una muchacha que había sido enviada a terapia desde el CICPC: su marido era un maltratador empedernido que se entretenía dándole golpizas hasta casi dejarla muerta. La cosa es que ella, como yo, nunca tuvieron la voluntad ni el coraje de denunciarlo (aunque no recuerdo bien cómo seguía la anécdota, creo que un día, de tan duro que la golpeó, la mandó al hospital y ahí la obligaron a declarar). Te preguntarás, nuevamente, ¿por qué?, pues, yo tampoco podría decirte la razón. Estoy unida a él, gracias a una mescolanza de sentimientos pérfidos y bondadosos (aunque no lo creas). Lo amo. Quiero decir, en cierto sentido, aunque otras veces esté segura de detestarlo; otras tantas me da una tremenda compasión. No me malinterpretes, R. es una especie de demonio encarnado: absolutamente egoísta, incapaz de sentir nada real por nadie que no sea él mismo, mezquino, absurdo, calculador y pare usted de contar; pero son esas mismas cosas las que me hacen sentir una profunda empatía por ese ser tan desdichado. Finalmente es vulnerable a un extremo casi cómico, no tiene nada en este mundo. Sí, entiendo que con esas ideas deberíamos intentar amar, y terminaríamos amando a personas como Hitler (por poner un ejemplo trillado), pero creo que en este caso es distinto. ¿Será porque lo conozco y puedo ver al niño asustado y maltratado que es y fue? Ay, LD., no le pidas coherencia a los humanos, somos seres erráticos y tremendamente candorosos. Quiero decirte que, a personajes como R. los llevamos todos impresos en nuestra alma; cada uno de nosotros es capaz de descender a esos infiernos en los que se es, a la vez, victima y verdugo.
     Tengo otra cosa que comentarte: ¿sabías que casi ninguno de los amigos y colegas de T., el muchacho que se cayó de un tercer piso (sí, finalmente fue un tercero y no un séptimo como primero me dijeron), ha ido a visitarlo? Esto me parece profundamente más pérfido. Hubieras visto la cara de indignación de A. al contarme que "ninguno de los malditos esos" ha, siquiera, preguntado por la salud de su supuesto compañero. "Ellos, los que creen ser 'la gente que está ayudando a construir el país', 'los correctos y buenas personas', tan felices consigo mismos, tan hinchados que si los pincharas explotarían, no tienen el tiempo de ir un momento a apoyar a la familia (y más importante, a la persona) que les ofreció su hospitalidad tantas veces. La madre de T. pregunta angustiada '¿dónde están los amigos de T., por qué no vienen?', y una nausea profunda me recorre todo el cuerpo al no poder decir la verdad: no les importa, se importan ellos mismos, tan indispensables, tan ocupados... ¡Que se atrevan a ir a su funeral, escupiré sus malditas caras de mosquitas muertas!" Sabes que A. es completamente dado a los excesos. 
      No sé si entiendes a dónde quiero llegar: aunque R. es terrible, el no busca tener una careta que oculte su perfidia, es... transparente, digámoslo así. Te repito que no lo estoy justificando, es nada más que la hipocresía... A. me contó también que, en un momento, por un error de esos garrafales que le encantan, todas esas personas hablaron mal de él a sus espaldas, se burlaron, fue su comidilla durante meses. Hablando mal del "loco", del "traidor", se sentían tan excelentes y buenos que daba risa e indignación. Pero así va todo en este país en el que cada uno cree ser rey y la solidaridad es cosa de tontos. 
     Llevaba varios días sin poder escribir, sin saber qué escribir, absorta en un delirio frío (y perdóname tantos lugares comunes) y ahora, gracias a tus comentarios, pude redactar una entrada más. Intentaré no quedarme callada, ¿sabes?, esto es lo que estoy haciendo por mí, esta es mi forma de "salir" de donde estoy. Nuevamente gracias y disculpa las atribuciones. Buenas noches. 

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