Insomne.

     Estoy sorprendida por todas las vistas que obtuvo mi última entrada: noventa y dos hasta ahora; ya sé que no es nada pero me hace sentir feliz. Otra cosa que me sorprende un montón es que muchos de mis lectores (la mayoría), a parte de venezolanos, sean ucranianos y polacos. ¿Cómo les llegó mi blog? tendré que preguntarle a cuál de mis amigos (no publico el blog en mi Facebook sino que se lo doy a un par de ellos para que lo publiquen por mí) tiene gente de esa nacionalidad. De cualquier forma, gracias a todos. Pero, ¿no podrían estar leyéndome para burlarse mí? Basta, no importa quién te lea, P., sino lo que escribes (o eso diría mi psicólogo), lo que importa es hacer, trabajar, lo demás es secundario. Es raro que me importe tanto la opinión de los otros (tanto así que uso una máscara para revelarme por completo), yo que siempre he pensado en que todos los otros son despreciables. Bueno, es obvio, si tengo tan mala opinión de las otras personas... Me disculpo, he visto, además de miseria, muerte, egoísmo y tantos otros males, amistad, compasión, ganas de luchar, bondad... No me gusta conmoverme, lloro tan fácil que me digo a la vez "¡no, tonta, estúpida, basta, se darán cuenta y todo estará arruinado, te desmembrarán mientras se burlan para escupirte luego!" y corro despavorida (aunque estoy parada en un mismo lugar), me cubro, me oculto y quedo vacía por un momento (en esos momentos las personas siempre me preguntan que qué me pasa), hasta que alguien tome las riendas con mano más firme que yo, que la P. verdadera, tan frágil e ingenua que un simple roce le parece algo aparatoso. 
     Todo esto me recordó, por alguna razón, a las personas que veo diariamente comiendo de la basura. ¿Cómo resisten?, ¿cómo resistimos nosotros ante tanto horror? Este gobierno nos está volviendo insensibles, nos está obligando a dejar de ser humanos; ellos quieren que seamos animales, un rebaño dócil y muerto de hambre al que puedan manipular a su antojo. ¡Malditos, malditos mil veces!, ¿será que no ven? ¿Hace cuánto tiempo que no salen a la calle? De pequeña escuchaba que existían países (ahora, de adulta, sé que son todos en mayor o menor grado)  tan pobres, pero tan pobres, que la gente moría de hambre, que su único sustento eran los desperdicios de los demás, lo pútrido que dejaban los demás indolentes. Ahora lo veo cada día y la experiencia cambia totalmente (A. me dijo que estas cosas siempre pasaron en Venezuela, que siempre hemos sido un país de pobres (que no es lo mismo que un país pobre)): ver a esos niños sucios y ávidos arrancarse unos a otros una bolsa de basura como si fuera un valioso tesoro, verlos caminando con la mirada suspicaz del que sabe que siempre tiene que estar alerta, saber que no tienen casa, que duermen en la calle, que en vez de jugar, se matan unos a otros, son golpeados por la policía y sus compañeros de calle, están sucios, enfermos y llenos de parásitos de todo tipo, saber, en fin, que morirán pronto o se transformarán en criminales (no les queda otra opción), me parte parte el alma y me llena de indignación. ¿Con qué cara mienten y han mentido todos los malvados del mundo? ¿Por qué tiene que estar el amigo de A. internado en un hospital que no tiene ni los medicamentos esenciales para mantenerlo?, ¿por qué tiene su familia que salir a recorrer y a llamar a todo el mundo para conseguir algo tan simple como un paquete de pañales? Y, más intrigante aún, ¿cómo es posible que esa gente siga apoyando a este gobierno? El día que A. tuvo que hacer la guardia con su amigo estuve hablando un rato con la madre de T. (el amigo accidentado de A.) y me decía que todo esto era culpa del extranjero (no de los extranjeros sino del extranjero, lo de afuera), que aquí antes se vivía en paz y armonía hasta que esas costumbres foráneas llegaron: el bachaqueo, los malandros, la corrupción, el hambre y la miseria, son fenómenos que esa señora no logra integrar en su visión de lo que es ser venezolano; su noción del habitante de Venezuela es idílica. ¿Pero es que acaso no está el mal en cada uno de nosotros y en todas las partes del mundo? Cuando pienso largamente en mis comportamientos del pasado descubro que también hay un montón de maldad en mí: maldad en potencia (¿no pensamos muchas veces en alguien que "debería estar muerto" y las cosas terribles que deberían pasarle? ¿Quienes somos nosotros para juzgar?) y maldad ejecutada (cuando tenía ocho años hacía "peleas de arañas" y quedaba arrobada ante tal y tanta muerte; metía insectos en jeringas, les tapaba la punta con el dedo y los aplastaba con la presión de aire, viéndolos destruirse desesperados ante una fuerza invisible y sintiendo algo delicioso que recorría mi cuerpo; torturaba a mi primo menor y no lo dejaba jugar con nadie; también, cuando era adolescente, tuve una novia a la que golpeaba y maltrataba psicológicamente, me hacía tan feliz dominarla, enloquecerla, torturarla; etc. Y así, miles de cosas). No puedo soportar tanta ceguera, ¡su hijo está al borde de la muerte todavía piensan que todas esas injusticias innecesarias que soportan son culpa de otro, de afuera
     El pobre T. va de mal en peor. A. me dijo que si quería podía entrar a verlo y sus padres también insistieron. Cedí más que todo por puro pudor y al entrar a ese lugar terriblemente frío me arrepentí miles de veces: estaba conectado a un montón de máquinas, un muchacho pálido, flaco, cabello cortado muy bajito, a lo militar, con la boca abierta y unos tubos saliéndole de ella; también tenía una manguera en la nariz, los ojos medio abiertos, rojos (parece que nos los cierra, aunque está sedado y nadie le ha puesto nada para la irritación) y vacios. Tenía una expresión tristísima y un semblante demacrado en exceso. Le hablé un rato, no muy convencida de que eso funcionara para algo (a parte de para consolar a los parientes) y tuve unas tremendas ganas de llorar. Salí casi de inmediato. Abracé un momento a A. y me devolví a la sala de espera. Cuando volvieron, todos tenían la cara muy triste. A. intentaba sonreír y bromear un poco pero se veía destrozado. Su amigo C. se comportaba de forma muy cortés y no pude descifrar mucho de eso. Sus padres continuaban hablando de esperanza y la madre decía conmovedoramente cómo su hijo le había apretado la mano, de cómo sabía ella que se iba recuperar. Todo esto es tan triste, ojalá esté yo equivocada, ojalá sea su destino otro y...
     Llevo 72 horas que no pego un ojo. Es horrible. Siento que voy a enloquecer, todo es irreal, pero, no llega nada de sueño. Al intentar dormir me pegan unas jaquecas espantosas que me hacen vomitar y golpearme yo misma. Parece que la mejora que experimente el otro día fue simplemente una burla, una muestra de la gracia de la cual me perdía para que todo me doliera un poco más. Estoy cansada, estaré en mi cama con mis cigarrillos y mi marihuana. Adiós. 

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