La verdad es que siempre es lo mismo: largo rato viendo la página en blanco pensando si debería poner una palabra en ella, si vale la pena escribir mi vida lo más constantemente que puedo. No lo entiendo, no entiendo por qué tengo que tener tanta inseguridad con respecto a todo, hasta para vaciar mis pensamientos y experiencias. No puedo comprender a la gente que tiene confianza en sí misma, es algo absurdo, grotesco y ridículo. Me parece que me están tomando el pelo. Aff, ¿ven?, ¿por qué tengo que decir "tomando el pelo", acaso uso yo esa expresión en mi día a día? Pues, obviamente no, nada de eso, diría más bien: "me están jodiendo" o, "me están mamando gallo" o yo qué sé, pero no, nunca usaría esa expresión de cine barato, de asiento manoseado, idea curtida que te viene a la cabeza por el simple hecho de que estás escribiendo algo.
Hay algo que me detiene en la redacción de estas páginas, algo hace que mi mente se sienta tapuzada de aserrín, sin ganas, me faltan los motivos, aunque el único motivo sea el de sentirse bien. Entonces ¿por qué no puedo simplemente sentarme y hacer ésto, aunque sea ésto por mi salud? En definitiva mi propia enfermedad me juega malas pasadas (no crean que no noté eso), quiere que le pertenezca por completo. Pero seguiré de cualquier forma, haré mi esfuerzo por desenrollar y encontrar la punta del hilo... no lo sé, ¡qué pasa!, antes, hace unos días salían las cosas tan fáciles y ahora...
Me parece que la razón de todo esto es que dejé los antidepresivos. Se supone que los debes dejar con escaladas y otro montón de tonterías: yo simplemente los dejé de tomar. Me sentí horrible (mucho más horrible que en este momento) pero no es nada del otro mundo. El único problema es que ahora siento esta apatía inmensa, estas ganas de no hacer nada que lo llenan todo, estas ganas de que todo se acabe. Siempre he sentido la necesidad de ver las cosas dejar de moverse, de un mundo estático en el que yo existiría plenamente y nada más tendría que ser alcanzado, no tendría que luchar por nada. Soy una abúlica, estaría tan feliz... pero ahorita se siente el revés de todo eso: tantos cambios, tanto ajetreo existencial me produce cansancio. Fumo cigarrillos para mantenerme con un poco menos de apatía pero ya casi ni funcionan. Al final nos terminamos acostumbrando a todo.
Yo quería hacer aparecer en mis textos una chispa, quería que explotaran en la cara de los demás, quería ser leída y encontrada interesante. Todo eso me da un poco de pena ahora: yo siempre tan mezquina, tan mimada, todo el mundo tiene que dar vueltas a mi alrededor, todo tiene que ser para mí, como me hicieron creer mis padres, como muchas veces sigo creyendo. Me arrepiento tanto de todo eso, de todas esas ganas de mis padres de que lo tuviera todo, de ser su princesita, de pedir y ser satisfecha... la verdad es que crearon a una especie de monstruo egoísta y traumatizado, una mujer que no es tal, una niña alucinada con el mundo. !Qué vida, señores, qué vida!, un simple goteo de una llave vieja en el calor interminable de una tarde, o algo así. ¡Qué vida!, y me queda tanta, y no la quiero. No quiero esta vida de tedio y miedo, de absoluto terror. Tengo miedo hasta de caminar, ¿pueden entenderme?, ¡de caminar!, qué pena conmigo, qué pena con la humanidad entera.
Les juro que he intentado de todo para reanimarme: he salido a un montón de lugares, he consumido cada droga que se me ha pasado por la frente, me he masturbado hasta irritarme, he pegado gritos en plazas públicas y después he corrido como loca riéndome (aunque la verdad no estoy nada feliz, ni un solo momento). Pienso en T. y me dan unas terribles ganas de llorar, se me ocurre llamar a A. y pienso que mejor no, que debo dejarlo tranquilo. Al final tomo tanto café y fumo tanto que me muero de acidez y dolores estomacales. Me siento peor, obviamente. No, nada parece tener solución, una simple tarde de felicidad es lo que busco, pero no, nada, estoy cansada. Duermo dos días seguidos y siento que ni un terremoto podría levantarme de la cama y luego no puedo dormir por días y días, me pongo de un humor de perros, le grito a todo el que se me atraviese y luego me pongo a llorar por haber sido una completa idiota, una maleducada. Luego, viene la ironía, me burlo todo lo que puedo de mis sentimientos, hasta no estar segura de sentir nada de lo que sentí previamente: yo no tengo derecho a sentir, ¿cómo una basura como yo podría tener el derecho de tales sentimientos? ¿Se dan cuenta?, no puedo sentirme, no sé qué hay debajo de mi máscara, no sé quién demonios soy, no tengo nada.
No tengo nada, mi vida vale tan poco, ¿quién sería capaz de soportarme? Ya sé que todos estamos llenos de defectos pero yo... Intento calmarme, intento pensar fríamente, ¿qué debería hacer?, ¿qué es lo que está fallando en mí?, ¿por qué todo esto? La psicólogo me dijo algo terrible: estoy condenada a ser así para siempre, dijo que debo soportarlo (aunque me distraje y no puedo recordar muy bien de qué me estaba hablando), que debo aprender a vivir con ello. ¡Entonces para qué voy a una maldita terapia! ¡Bah! No quiero saber nada de nadie, no quiero entender nada, no quiero fingir que me interesa de verdad algo, no quiero vivir, es eso, simplemente no tengo ganas de vivir, me arrastra la inercia de una vida que ya lleva tiempo prolongándose, pero nada más, no hay nada, no hay motivos, no tengo nada en mi vida, estoy vacía y rota, triste, rota y estúpida, rota, vacía y estúpida. Saldré a caminar. Quizás me asesine un malandro. Tengan buenas noches. Adiós.
Comentarios
Publicar un comentario