Al final siempre desperdiciamos el tiempo.

     Al final siempre desperdiciamos el tiempo. Queremos hacer algo con nuestras vidas, ocuparnos, construirnos, y la pereza nos gana (¿o será el miedo?).  ¿Qué hago? ¿Acaso soy la única a la que le importa que el tiempo se le escurra de sus manos? Ay, estoy siendo empujada a la muerte, irremediablemente, atónita, y ésto me quita las ganas de luchar. ¿Para qué luchar si todo es fútil, si nada tiene sentido? ¿Para qué apilar palabra tras palabra? La vida es un chiste. No. La vida es una pesadilla. Tampoco. La vida me duele, no la entiendo, las cosas se desmoronan sin control. ¡Qué puedo hacer! Al final, yo no soy estas lineas, aunque intento serlo, intento transfigurarme, aquí, en el texto, pero sé que es imposible. Una hora dedicada, quizás dos, a palabras que siempre me salen flacas, famélicas... insuficientes. ¡Famélicas! ¡Muero de hambre! ¿Pero hambre de qué? De todo lo que no soy yo. Quizás siendo todo podría dar un paso. Entonces tengo miedo. ¿Cuándo caí en lo desconocido? Estoy perdida. Estoy perdida y tengo miedo. Quisiera gritar. Me quedaré callada de cualquier forma: gritar es para débiles. Pero la verdad es que lloro a cada momento. ¿Cuándo lloran ustedes? A veces, cuando estoy reunida con varias personas y las veo interactuar me pregunto cómo acepta todo el mundo esa farsa, cómo dejan de lado toda su porquería y se lanzan a actuar, se olvidan... Bueno, no podría ser de otra forma: yo también lo hago, es inútil que le de vueltas a estas cosas. 
     Estoy drogada. Tomé unas pastillas que me dio A. Su efecto es interesante pero escribir es una porquería. Estoy demasiado atenta a mí misma. Me molesta no poder dejarme llevar por la escritura como sucede las otras veces. Está decidido: nada de drogas mientras escribo. Pero en este momento debo seguir, terminar mi entrada, seguir mi diario. ¿Hasta dónde durará ésto? ¿Años? ¿Deberé dejar de escribir este blog? ¿Seguiré escribiendo luego? Quizás no. Si algún día logro comprar la cámara me imagino que lo dejaré. Aunque ahora se siente tan necesario... Como siempre, seguiré en la incertidumbre. ¿Qué estará haciendo R.? Llevo días sin verlo. Desde la muerte de mi abuela todo se tornó aún más extraño. Se siente como un suceso lejano, irreal, pero sé que está ahí. La muerte nuevamente, la muerte siempre. Pero no creo que esté mal pensar de forma incesante en el morir: ¿no morimos todos? Debemos prepararnos, entonces, para recibirla, luchar por aceptarla. La muerte es el suceso que configura toda nuestra vida: es los miedos que sentimos, nuestras ganas de luchar (¿quién lucharía por algo si fuera inmortal?), la razón por la que amamos con tanto fervor. Un amigo de R. desea y ve como algo bueno a la inmortalidad: dice que podríamos hacer tantas cosas... Yo lo miro con horror, él quiere ser una especie de Dios y eso me asusta: su desmesura podría traerle tantas catástrofes... Suficiente. Eso no es mi problema. Adiós.

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