...me senté y lloré amargamente por no
poder comunicarme de forma real, por no poder expulsar todo lo que llevo
dentro. Rogué al cielo (así de horrible me sentía) que, por misericordia, me permitiera romper el cerco, que me dejara expresar lo que no puedo. Por favor, imaginen la mayor de sus amarguras, la más profunda, la que
más los haya tocado y transformado. Ahora imaginen vivir bajo ese estado de
ánimo cada día de sus vidas. Inténtenlo con seriedad: recuerden la impotencia,
la rabia, la tristeza, la frustración, el miedo, el sentimiento de que el mundo
se desmorona. Muy bien. Ahora piensen en un montón de idiotas diciéndote que no
tienes nada, que lo que hace falta para salir de ese estado (yo lo llamo
"maldición", pero cada quien tiene sus preferencias) es fuerza de
voluntad y mirar al mundo "de forma positiva". ¿No les da gana de
patearles el culo? Imaginen sentirse acosados por animales salvajes en cada
esquina, animales sedientos de sangre y terror, oscuros animales informes que
viven de tus tormentos. ¿Caminarían acaso tranquilos? ¿Caminarían tranquilos
si, por ejemplo, sintieran que todos los que los ven pasar se ríen a sus espaldas?
¡Y si en verdad se estuvieran riendo de ustedes a cada momento! ¿Qué harían, siendo rechazados por extraños, burlados, sintiéndose torpes y extranjeros en un
país hostil? ¡Qué harían!
***
R. me contó que mató a
una persona. No tengo las... agallas para contar yo misma la experiencia, así
que les copiaré la conversación de Whatsapp (omitiré mis
respuesta por pudor):
Mami, lo que pasó fue lo
siguiente:
nosotros íbamos tipo rela a comprar un
cripisito
pero queríamos ir volando, pues
entonces yo le dije a este pana que me
diera el carro que yo quería manejar
y bueno
tú sabes cómo me pongo yo
agarré esa mierda y en cinco minutos
estábamos ya en el centro
todos estábamos cagados de la risa porque
el marico de X. me estaba empujando el volante
y yo
bueno, mamawebo, quédate quieto
y él dale que dale
¡Quédate quieto, coño!, le grité
y al fin.
Después íbamos por la panamericana soplaos
y yo hablando paja
tomando de la botella
y cuando volteo
veo ese mierdero de motos viniendo pa'
donde nosotros.
Yo me cagué que jode
se me bajó hasta la curda
y empiezo yo a esquivar motos
¡Mierda!
¡Mierda!
¡MIERDA!
¡PAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAFFFFFFF!
¡Rolitranco 'e coñazo!
Yo quedé fue aturdido.
De repente uno de mis panas me grita:
¡R., coño, bájate de esa mierda, nos van a
matar!
y yo ahí aweboniao
todo se veía nublado y se escuchaba a lo
lejos, pues.
Me bajé del carro y empezaron esos locos a
danos coñazos con los cascos, las manos, y gritaban:
¡Maldito, los mataste, mamawebo!
y yo nada, nada que reaccionaba.
Estos chamos me jalaron y arrancamos a
correr pero igualito nos empezaron a perseguir
el carro ya lo estaba desvalijando la
gente del cerro
y yo, ¡mierda, el carro, mamawebo!
nada pues, yo me acordé fue de la bicha
que me había prestado "Caracas" el otro día
saqué esa mierda y les empecé a lanza'
plomo
PAM! PAM! PAM! PAM!
Les lancé como ocho tiros a esos malditos
pero no les di, mami, tranquila, no te
vayas a poner con tus webonadas.
No joda, esos malditos
si hubiera estado menos cagao los
mato
por lo menos a dos.
Bueno, mami, aquí estoy en la patrulla
tranquila, tranquila
verga, siempre tú con un show
ya todo eso está cuadrado
creo que sí se murieron los dos locos que
atropellé
pero bueno
mala leche
quién los manda a anda' por ahí sin 'ta
pendientes.
Unas horas más tarde, R. me confirmó que
la muchacha había muerto y el que iba manejando quedó gravemente herido. A
ellos no les pasó nada (y no sé si agradecerle a Dios o al Demonio): pagaron un
soborno y listo, como si nada. Las maravillas de vivir en Venezuela. ¡Ni
siquiera les preguntaron de dónde habían sacado el arma! Me imagino a un
policía gordo y poltrón diciéndoles: "Y bueno, ¿cuánto hay pa' eso?"
Dándoles el número de cuenta al que tienen que depositar, "les damos dos
días pa' conseguir los reales, ya saben" y listo, culpa borrada. Nada en
los registros. Todo en este país es así. Una muchacha muere y nadie se hace
responsable. Todos sonríen y todos sacan su buena tajada. ¡Quién dijo que la
muerte no es un negocio! Y qué negocio.
***
Se supone que esta entrada la publicaría ayer en la noche, pero, gracias a la Revolución Bolivariana, mi internet falla más de lo que funciona. Tampoco tengo agua desde hace un mes y tenemos que cargar agua desde un barrio cercano (la casa de mi tía queda allí). ¡Maldita sea!, no hay agua, internet, no hay comida (se compra un poquito de comida para unos dos días y no más) y nuestro presidente (vaya título que le tenemos que dar a ciertos individuos) habla de progreso, de lealtad y de que su proceso cada vez se pone más las pilas. ¡Ja! ¿Saben lo que me pasó en estos días? Iba caminando por la Hoyada y de repente veo a una muchacha que estudió conmigo cuando estaba en séptimo grado. ¿Adivinen qué hacía? ¡Buscaba en la basura junto a sus tres hijos! Creo que esa imagen no se saldrá de mi cabeza nunca más. Personas vestidas como tú y como yo, que tienen casa pero no dinero para comprar alimentos se lanzan a revisar las bolsas que sacan las fruterías, las carnicerías. Montones de niños te piden algo de comer a cada momento por la calle. ¡Cómo no estar tristes! ¡Qué clase de maldición es vivir en este mundo! Una niña parada al lado de un basurero, igual de sucia que el piso y el contenedor, con ronchas, te dice suavemente "¿me puede regala' algo pa' come'?" (¡y yo no le di nada!). Más adelante pasa un carro sin placas, último modelo, con vidrios completamente ahumados y más adelante ves a otro igual: la misma marca, nada que los diferencie. Cuando veo a esos imbéciles procuro pararme frente a ellos e insultarlos, sacarles el dedo, escupirlos. Nunca hacen nada, te ignoran, qué les importa a ellos. Pudieran matarte si les da la gana. Pasa una patrulla, también último modelo (ya vemos qué es lo que le interesa a este gobierno); hay militares armados hasta los dientes en cada esquina (no es que haya protestas, simplemente los paran en ciertos lugares, a ciertas horas para que sepan que están ahí); los medicamentos (los pocos que hay) cuestan millones de bolívares (incomprables para la mayor parte de las personas), de paso son importados. ¡Independencia, lucha, batalla, victoria! Maduro cada vez más gordo. La situación del país cada vez más confusa. No se ve salida por ningún lado. La gente migra del país a raudales. Pero ninguna de estas palabras importa. Me duele la espalda. Estoy al borde de un ataque de nervios. ¡Qué vivas tiempos interesantes!, dicen los chinos. Y dale.
Adiós.
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